Dr. Enrique Muñoz, Co-Director / Investigador principal ANILLOS Ciencias Sociales N° SOC 1401

Dr. Enrique Muñoz, Co-Director / Investigador principal ANILLOS Ciencias Sociales N° SOC 1401

Al momento de escribir esta columna, me encuentro en el Instituto de investigación sobre migración y estudios culturales (IMIS en alemán) de la Universidad de Osnabrück, Alemania. Esta estadía me ha permitido constatar in situ lo presente que es el tema de la migración en Europa hoy. Bastó con que encendiera la televisión para ver los enfrentamientos entre la policía de Macedonia (ex Yugoslavia) y un par de centenar de migrantes provenientes del norte de África o los campamentos de emergencia que se han instalado en el sur de Francia.

Sólo en Alemania, me decía un profesor del Instituto, hay en este momento más de un millón de migrantes. Lo que estoy relatando puede parecer al lector algo ajeno, que los europeos tendrán que solucionar. Sin embargo, no debiera ser así. Chile, a su modo, también tiene que ver con la migración. El problema es que no ha tomado conciencia de ello. Dicho con todas sus letras, los chilenos, en general, ignoramos o no queremos ver las distintas aristas del tema migratorio: jurídicas, educativas, sanitarias, políticas, económicas, etc.

Desde que Chile existe, como República, ha vivido procesos migratorios, los más conocidos son el proceso que llevó adelante en el siglo XIX Vicente Pérez Rosales, quien trajo principalmente alemanes al sur de Chile o el esfuerzo de Pablo Neruda por traer el mayor número de refugiados de la Guerra Civil Española en los años 30 del siglo pasado. También Chile ha tenido desde siempre presencia de personas provenientes de países limítrofes como Perú, Bolivia y Argentina. Con todo, dado el crecimiento económico que Chile tuvo en los últimos 25 años, se ha posicionado como un polo de desarrollo atractivo para personas provenientes de Haití, República Dominicana o Colombia, que han venido a nuestro país en busca de mejores horizontes. Sin embargo, ¿somos conscientes de los alcances de su presencia?

Probablemente el lector los habrá visto en distintos lugares de nuestras ciudades, en el trabajo, en los colegios o en los lugares de atención al público.  Sin embargo, más allá de estas percepciones, considero que los chilenos no hemos abordado el tema con la profundidad, la rigurosidad y la seriedad que se merece. Un ejemplo de ello lo constituye la Ley de Extranjería y Migración. La norma actualmente vigente, que regula los deberes y los derechos de los migrantes es del año 1975, es decir, de los primeros años de la dictadura cívico militar que vivió Chile.

Llama la atención, al menos, que gobiernos democráticos tanto de la Concertación de Partidos por la Democracia como de la Alianza por Chile no hayan abordado el tema con la dedicación debida, salvo un proyecto de ley que fue enviado por el presidente Piñera al Congreso Nacional y que no se convirtió en ley.

Actualmente, sabemos que el Departamento de Extranjería y Migración del Ministerio del Interior y Seguridad Pública ha enviado un proyecto de ley, para que se inicie el trámite correspondiente, al Ministerio Secretaría General de la Presidencia. Eso es una excelente señal que da el Estado, aunque insuficiente. No sólo porque faltan los reglamentos correspondientes, sino que, por ejemplo, falta profundizar el diálogo entre dicha norma legal y las normativas, por ejemplo, de los ministerios de Salud y Educación que tienen que ver con las necesidades más urgentes de los migrantes: sanitarias y educativas.

Mi sincero llamado es que nosotros en Chile comencemos a debatir sobre el tema de la migración, que aprendamos de las experiencias de otros países, que exijamos a las instituciones públicas y a las universidades que aborden el tema, pero sobre todo que acojamos a los migrantes como seres humanos que tienen igual dignidad y derechos que nosotros, que valoremos el esfuerzo que hacen por mejorar sus condiciones de vida, que nos dejemos inundar por sus modismos, sus canciones, sus lenguas o sus costumbres. Eso hará de Chile un país más diverso, inclusivo, tolerante, etc. Y con eso, también pondremos atajo a algunos sentimientos que se despiertan con la presencia de los migrantes: el miedo a lo desconocido, el temor a perder los empleos, la asociación con la delincuencia o la prostitución, etc., pero sobre todo reduciremos problemas más graves que la sociedad chilena tiene dormida: el clasismo y el racismo.