Dr. Enrique V. Muñoz Pérez

Investigador CEMIN

Universidad Católica del Maule

Por nuestra ubicación geográfica y por la situación política que vivimos como país, nos puede parecer ajena la conmemoración del Día Mundial de los Refugiados, este 20 de junio. Chile es un país en el que no se viven hoy grandes conflictos sociales o políticos y está físicamente alejado de la situación que, por ejemplo, vive Europa con el desplazamiento obligado de ciudadanos sirios producto de la guerra civil que se lleva a cabo en ese país.

Sin embargo, esa distancia geográfica, no puede traducirse en distancia o prescindencia moral hacia el tema. La historia relativamente reciente de Chile, me refiero a los hechos que se desencadenaron a partir del 11 de septiembre de 1973, nos recuerda los numerosos compatriotas que tuvieron que salir de Chile por pensar distinto y que pidieron refugio en embajadas u organismos internacionales.

Este es quizás el primer rasgo de los refugiados: son personas que deben salir urgentemente de su país por razones políticas, por catástrofes naturales, por guerras civiles, por hambrunas, etc. En el fondo, los refugiados son aquellas personas, que ni más ni menos, buscan cuidar su vida y la de su familia ante una enorme amenaza.

Por lo mismo, en segundo lugar, los refugiados son personas que tienen que actuar contra su voluntad; los refugiados no quieren dejar su pueblo o su ciudad. A diferencia de muchos migrantes, no quieren dejar su entorno por el amor o por la búsqueda de un mejor futuro económico para su familia. Las circunstancias lo obligan a tomar rápidamente esta decisión.

Lo que nos lleva a una tercera característica de los refugiados: su alta vulnerabilidad. Si una persona debe salir de su país rápidamente, dado que está en peligro su vida, no tiene tiempo de planificar nada: ni la ropa que llevará, ni el lugar a dónde se irá, ni el trabajo que desarrollará. Queda a la deriva; queda con suerte en manos de alguna entidad de Naciones Unidas o de la caridad circunstancial. Pero, sobre todo, los refugiados irrumpen en un lugar donde no son esperados, donde son –citando el último libro Zygmut Bauman– “Extraños que tocan a nuestra puerta”.

Por ello, es que vale la pena tomar conciencia de lo que se conmemora este 20 de junio: los refugiados son hoy, en diversas partes de nuestro planeta, un llamado a la acogida y a la ayuda, pero sobre todo un llamado a la comprensión y a la empatía respecto del infortunio que están viviendo. Por ello, como decía anteriormente, a pesar de que nuestro país vive una situación de tranquilidad, no los hagamos invisibles.