Dr. Rodrigo Arellano Saavedra
Investigador Proyecto Anillo SOC 1401. CEMIN
Universidad Católica del Maule

En una sociedad plural y democrática reflexionar sobre la importancia que tiene enseñar valores en la escuela y sobre el modelo de persona que pretendemos formar para que vivan esos valores, adquiere relevancia para vivir en un mundo inclusivo, intercultural y más igualitario, especialmente en la estructura de género. Educar considera enseñar valores. No se comprende el acto educativo desprovisto de valores y es desde este enfoque como conquista el sentido moral la tarea educativa.

La familia y la escuela son los primeros espacios en los que niños y niñas entran en contacto con la cultura. En estos contextos socioculturales se producen las primeras interacciones que moldean su identidad. Estas interacciones son mediadas por herramientas culturales que permiten incorporar pautas de conducta, patrones de relación y maneras de concebir la realidad, matrices de valores, todas ellas tienen la finalidad de contribuir al desarrollo y a la formación de la identidad de la persona.  Asimismo, las personas realizan una transformación y recreación de los valores, creencias y normas recibidas, cuando interactúan con los demás, generando, a través de esta relación, nuevos espacios intersubjetivos y nuevos significados.

Cuando se habla de valores interculturales y de la enseñanza de los mismos, consideramos que es una responsabilidad de la familia y de la institución escolar enseñarlos. Los modelos culturales a los que el niño y la niña están expuestos desde su nacimiento, son fruto de las aspiraciones familiares. La identidad cultural que el niño construye es el resultado de sus interacciones al interior de su familia, y posteriormente este proceso se complementa con su paso por el sistema formal de educación. De la familia y de la escuela se,  reciben los modelos culturales y la forma de interpretar el mundo.

La diversidad cultural es una realidad en la que se hacen presentes las diferentes visiones del mundo, diferentes creencias y diferentes valores. La diversidad cultural siempre ha existido, no obstante, el florecimiento de las nuevas tecnologías y comunicaciones  y los mecanismos de desarrollo humano han transformado la manera de actuar y relacionarse entre las personas. Vivimos en un mundo que gracias a las comunicaciones hechos que suceden en otro punto del mundo es sentido, a los pocos minutos del suceso, como cercano y casi propio.

La realidad intercultural que aflora en nuestras escuelas requiere educar a niños y niñas en pensamiento crítico y justicia social. Consideramos, que una educación intercultural debe de tomar el rumbo de la equidad y la justicia social frente a las desigualdades, especialmente las de género,   reconociendo la diversidad y la complejidad de un mundo interdependiente.

El desarrollo de las experiencias migratorias en nuestro país precisa de la escuela una respuesta efectiva.  Es necesario elaborar planes de acogida interculturales  que permitan  a los niños y niñas migrantes aprender a interactuar en el nuevo mundo del que forman parte.  Y a los niños y niñas nativos aprender a convivir con los que llegan. Este proceso de acogida es un trabajo en el que participan estudiantes, profesores, padres y otros agentes educativos. Según el informe del Departamento de Extranjería y Migración del Ministerio del Interior, el año pasado se dieron 48.836 permisos de residencia y 166.469 en tránsito. Entre lo que destacan en ambas categorías peruanos, bolivianos y colombianos.

En este nuevo escenario, las experiencias migratorias demandan propuestas inclusivas, que permitan canalizar las necesidades y esperanzas de los nuevos integrantes de nuestra sociedad. Especialmente,  en aquellas que se relaciona con la estructura de género.

Cuando se habla de género nos referimos a estructuras sociales, que señalan lugares diferenciados para las mujeres y los hombres, que cambian y se restablecen frecuentemente y son por ello transformables y flexibles. Un análisis de género debe atender al cruce de esta estructura social con otros ejes de ordenamiento social: la clase, el origen étnico, la nacionalidad, el estatus migratorio y de ciudadanía, la orientación sexual, la (dis)capacidad, etc. Las capacidades y aptitudes atribuidas a las mujeres y a los hombres varían de una sociedad a otra sociedad, de una época a otra, ello significa que no están establecidas por la biología, sino que su determinación es social. Desde este posicionamiento consideramos más idóneo hablar de género, cuando nos referimos a diferencias generadas socialmente y que impiden normalizar las igualdades en comportamientos, aptitudes, sentimientos o capacidades.

En ese sentido, un elemento clave de estudio ha de ser la (re)creación de identidades de género a lo largo del proceso migratorio, entendiendo como las relaciones de género preexistentes condicionan la migración, pero también se ven transformadas por ésta.

La identidad de género (re)construida a través del proceso migratorio no supone mayor consideración de la mujer en una sociedad u otra, sino diferente valoración del trabajo siendo siempre atribuido el menos valorado por la sociedad y el que menor esfuerzo intelectual exige a la mujer.

Los medios de comunicación, la escuela, la familia y otros grupos sociales reproducen roles estereotipados que los niños y niñas van adquiriendo desde su nacimiento. La escuela debe ser la primera en romper esos estereotipos sociales en favor de la igualdad. La escuela tendría que enseñar y desarrollar en el alumnado competencias culturales para convivir en contextos sociales multiculturales.

La llegada de migrantes procedentes de culturas diferentes entre sí y diferentes a las del país de acogida exige de la sociedad en general y de la escuela en particular articular un proceso de acogida inclusivo que abogue por la no discriminación de género.  Este proceso inclusivo, intercultural y de género requiere de una preocupación mayor en la escuela a nivel del currículum tanto en el manifiesto como en el oculto, en las expectativas del profesorado que transmitiendo tanto en el lenguaje como en el comportamiento, diferencias que han venido, tradicionalmente, a perjudicar a las mujeres, en su autoestima y deseos de superación para incorporarse a la sociedad en la que se inserta. Finalmente,  en la  transmisión de estereotipos sociales, a través de materiales escolares, como son libros de texto, canciones, narraciones infantiles, cuentos etc.